Para empezar, señalar que hay cierta dificultad social tanto en la crianza dentro del hogar como en el sistema educativo respecto a la importancia que se le otorga a los recursos individuales, para estar en relación equilibrada con nosotros mismos, con los demás y con el mundo. Y de esta carencia se derivan gran parte de las dificultades presentes en cualquier individuo, adulto o menor. Se presume que esto seguirá siendo así mientras la sociedad no coloque en el centro de sus intereses aspectos relevantes e imprescindibles para el desarrollo de una autoestima fuerte y saludable, unas relaciones completas o la capacidad de "darse cuenta".
Afortunadamente, nunca es tarde para empezar a saber más de uno mismo. Saber acerca de comunicación no violenta o comprender mejor nuestras partes destructivas; aspectos fundamentales para una vida equilibrada.
Vamos a hablar sobre la capacidad de estar en el presente:
Es un síntoma que denota salud emocional y recursos personales. Estar en el presente es una manera muy sencilla de decir algo muy complejo. No es tan fácil "estar". Aquí y ahora. En lo que vivo, en lo que me pasa, en lo que ocurre cerca de mí. Estar, es asumir ciertos riesgos. Es un acto de valentía mirar dónde estoy o conectar con lo que me acontece. Porque a veces, lo que vivimos no es agradable. Y estar conectados con lo que nos pasa, si es bueno es fácil, lo difícil puede ser cuando es displacentero.
Lo que nos ocurre nos recuerda al clima, varía constantemente. No contar con los recursos necesarios para su afrontamiento, puede ser un factor de riesgo para abusar de las tecnologías, puesto que gracias a ellas nos es más fácil desconectar de lo que nos incomoda. Tienen un gran potencial para la desconexión. Que resulten tan atractivas y accesibles puede dejar en los usuarios la experiencia de sentirse “más tranquilos” en el mundo virtual que en la vida real, en parte, por su capacidad de entretenimiento y por la función “aliviante” que tiene sobre nuestras emociones: las anestesia. Se aprovecha internet como vía de escape de otros problemas o como forma de alivio de un estado de ánimo disfórico, por ejemplo culpa, ansiedad, depresión o ira.
Esta experiencia se ve, a menudo, tremendamente reforzada por la interactividad que encuentran las personas en internet gracias a toda la red de contactos virtuales que están, casi siempre, conectados a ellos. Aparcar las tecnologías podría interpretarse como “estar solo” (FOMO: “miedo a estar solo”).
Las redes sociales, las apps y los videojuegos han permitido desarrollar un estilo de relaciones sociales virtuales, donde se cuenta con una red de contactos mucho más amplia de la que podría ser en realidad. Las constantes interacciones, breves y gratificantes, de esta red, hacen sentirse a los usuarios arropados, vivos, en relación, en definitiva, en contacto; una necesidad primaria y natural. Cabe matizar que la calidad del contacto virtual no será suficiente para el desarrollo emocional adecuado de los individuos.
Si no se pone atención los usuarios de las tecnologías pueden estar usándolas, de manera inconsciente, para desconectar de sus realidades, estar menos presentes y sentir cierto alivio o descanso de lo vivido. Por eso, las tecnologías fomentan cada vez más el “afuera”, sin embargo, una vida equilibrada requiere de estar más en el “adentro”.
Esta combinación de ingredientes psicológicos puede explicar, en cierto modo, la rivalidad que podemos encontrar entre el mundo tecnológico versus la realidad.
El FOMO es también una forma de decir miedo a conectar con mi realidad porque lo que hay me asusta; miedo a conectar con la realidad porque siento no tener los recursos suficientes para afrontarla o miedo a dejar de "estar en contacto". En este caso, si se pone consciencia, un compromiso óptimo es el de desarrollar estrategias de afrontamiento o tratar de ver lo que hay a mi alrededor o dentro de mí que me incomode. Afrontarlo es dar a las personas la oportunidad de crecer y aprender en su propio proceso de madurez.
Para finalizar, diría que una vida equilibrada es aquella en la que el usuario se puede permitir disfrutar de las tecnologías como un recurso más, en lugar de ser el clavo ardiendo al que agarrarse. Es aquella en la que el individuo se permite estar en el “afuera”, sin dejar de cultivar el “adentro”. En definitiva, una vida con menos móvil y más presencia.