Hablamos de Diabulimia cuando nos referimos al Trastorno de la conducta alimentaria que aparece en las personas con Diabetes Mellitus tipo 1. Se caracteriza por una mala gestión alimentaria y una adaptación de la insulina con el objetivo de bajar de peso.
Se estima que entre un 20-40% de personas jóvenes con diabetes manipulan de forma habitual sus dosis de insulina para ajustar su peso. Al no mostrar, necesariamente, conductas como la restricción alimentaria, los vómitos o el excesivo ejercicio, el trastorno puede pasar inadvertido.
El paciente no suele tener conciencia de su problema y los profesionales y la familia pueden interpretar los síntomas como los de un paciente con diabetes “incumplidor”, sin tener en cuenta el problema psicológico de base.
Existen consecuencias graves resultado de la mala gestión del control glucémico:
· Pérdida de autonomía
· Pérdida sensación de autodirectividad
· Falta de aceptación de enfermedad crónica = mal cumplimiento de pautas
· La diabetes comórbida con TCA empeora el pronóstico de ambas patologías
En Cesasin especialistas en Salud Mental trabajamos la diabulima con el entorno del paciente (familia, amigos y pareja) y a través de un trabajo interdisciplinar (médicos, psicólogos y nutricionistas) con el objetivo de conseguir: Trabajar la aceptación y consciencia de una enfermedad autoinmune.
Por tanto, nos permitirá un trabajo de reconciliación entre el paciente y su cuerpo. Retomar el control y la identidad.
Los elementos en los que intervenimos en Cesasin para trabajar con pacientes con Trastorno Alimentario y Diabetes son:
Terapia individual mediante la cual trabajamos la aceptación y consciencia de una enfermedad autoinmune, elaboración del duelo. Entender la función del TCA y ver la relación con la Diabetes (negación, rebeldía, desplazamiento…). Permite al paciente poner palabras y no actings para simbolizar su enfado y así avanzar en su proceso de aceptación. Manejarse bien en el control alimenticio y glucémico permite reducir la sintomatología en el TCA, por tanto, dejar de utilizar el trastorno alimentario como un conductor de la rabia. Permite ir más allá del síntoma para podernos centrar en el trauma y repararlo. Nos permitirá un trabajo de reconciliación entre el paciente y su cuerpo. Retomar el control y la identidad.
Terapia grupal que nos permite diferenciar el “soy diabético” del “tengo diabetes” a través de los diferentes miembros del grupo. Trabajamos la identidad del paciente más allá de la enfermedad.
El grupo permite sostener mejor las emociones relacionadas con la aceptación: tristeza, miedo y enfado. Por tanto, nos permite hacer un mejor trabajo en la elaboración del duelo.
La cohesión grupal permite también potenciar la autoayuda en pacientes que mayoritariamente tienden a ser muy autosuficientes. Trabajamos la idea de que con ayuda uno es mucho más eficaz y llega más lejos, eso no le hace ser menos capaz que lo demás.
Trabajo familiar mediante el cual trabajamos también, como con el paciente, todo aquello que tiene que ver con la aceptación de la diabetes: culpa, sobreprotección, control y, por tanto, interferencia en el proceso de autonomía del paciente.
Trabajo con el entorno del paciente (amigos y parejas) mediante el cual trabajamos el concepto de autoayuda por parte de sus iguales. Muchas veces la diferencia no permite pedir ayuda si se necesita, y aún más teniendo en cuenta las características de nuestros pacientes. La vergüenza es un aspecto muy importante a tener en cuenta, tiende a acortar el proceso de intimidad entre el paciente y sus amigos o parejas. Llevar y hablar de la diabetes con naturalidad permite al paciente sentirse de igual a igual respecto a los demás.
A modo de conclusión, después de unos meses de trabajo:
Al inicio del grupo: Hay un aumento de la sintomatología alimentaria cuando se empieza a trabajar en la elaboración del duelo. Los controles se mantienen inestables. El paciente se encuentra más inestable emocionalmente y con necesidad de consuelo y comprensión
A la que el grupo es más consistente y después de varias sesiones: La sintomatología alimentaria empieza a remitir. El paciente simboliza el malestar con palabras y no mediante actings con la insulina/ingesta: se siente consolado y entendido. Empieza a diferenciar el “soy diabético” del “tengo diabetes” y le da menos poder a la enfermedad, de forma que no contamina todos los escenarios en los que se mueve el paciente. Los controles glucémicos empiezan a estabilizarse.