Llega Septiembre; con él vuelven las prisas, los horarios rígidos, los nuevos compañeros, el nuevo profesorado y por supuesto, un nuevo escenario social que genera incertidumbre y miedo tanto a alumnos como a padres.
Tras un largo periodo de cierta libertad, la vuelta a la rutina suele ser algo costoso y estresante, sobre todo después de un año donde la “normalidad” no estuvo presente en ninguno de los meses que duró el curso escolar 20/21. A los factores estresantes habituales hubo que añadirles las mascarillas, los geles hidroalcólicos, los protocolos, la distancia social, los grupos burbuja… esto provocó que los niveles de estrés aumentasen exponencialmente haciendo del curso escolar algo complicado para los jóvenes.
En 2018 se publica un estudio sobre conductas saludables de jóvenes escolarizados, un proyecto dirigido por la OMS y financiado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar social en el que participaron más de medio centenar de países occidentales que determinó que más de un tercio de los adolescentes españoles sufre demasiado estrés escolar. En dicho estudio se reveló que las comunidades que más estrés escolar sufren son Andalucía (31,4%), Madrid (29,6%) y Cataluña (29,4%). Dicho estudio también nos revela que el estrés avanza con la edad; de un nivel de estrés de un 14,3% de los 11 a 12 años pasamos a un 38% en adolescentes de 17 a 18 años.
En jóvenes con TC estos porcentajes son incluso mayores por todas las dificultades e incertidumbres que surgen al inicio del año sumadas al periodo de relajación durante el periodo estival. En este enlace podéis seguir algunos tips prácticos que propone Mercedes Sánchez, terapeuta ocupacional del centro para adolescentes Cesasin Anglí para tener una vuelta al cole más segura y llevadera: https://saintxavier.com.ar/noticias/link/290
Es fundamental que los progenitores ayuden a prepararlos ante la incertidumbre de esta vuelta. Hay que darle prioridad a la comunicación para poder entender estas preocupaciones y así poder ayudarles a regular sus miedos. Durante este tiempo, la atención permanente de las familias ha podido producir situaciones complicadas al volver a la rutina habitual previa a la pandemia por el echo de pasar mucho tiempo juntos y no tanto entre iguales. Los jóvenes deben afrontar estos miedos con el apoyo de las familias, pero también con la autonomía que deben de empezar a forjar en esta franja de edad.
Psicólogos, educadores y pedagogos coinciden en que la vuelta a la rutina será beneficiosa para los jóvenes con TC, más incluso que en cursos anteriores ya que el aislamiento ha provocado un retroceso en el desarrollo de las habilidades sociales, físicas y cognitivas que son cruciales en la adolescencia. Hay que ser conscientes de que aquellos que tengan cualquier tipo de trastorno deben seguir una serie de medidas concretas durante toda su vida escolar que den respuesta a las necesidades específicas que plantean, y que éstas deben pasar necesariamente por los dos contextos dónde pasan más tiempo; la casa y el centro educativo. Por lo tanto, la cooperación entre padres y docentes debe ser concretada desde el comienzo del curso, llegando a acuerdos tácitos sobre las medidas concretas respecto al aprendizaje y a la conducta. Es crucial la colaboración entre todos para ayudarles a reducir el impacto negativo y proporcionarles la seguridad suficiente como para que la vuelta al cole no se convierta en una experiencia traumática.