Para los centros Ita Consulting el tema educativo es un pilar fundamental en nuestro trabajo. No solo porque ayuda a la normalización de la vida del niño, sino porque también es un indicador de buen pronóstico.
La parte educativa es fundamental del trabajo. En el caso de guardas, las propias familias insisten en la parte escolar. El mensaje de que los niños deben ir al colegio o al instituto es habitual y diríamos que necesario.
Una de las grandes dificultades en esos casos es hacer entender que el “ir al cole” es el objetivo y no el aprobar o tener un gran rendimiento académico.
El fracaso en los centros educativos con chicos y chicas como los que atendemos es la norma. Son chavales que viven de la expulsión, del fracaso continuado y que además están señalados como malos alumnos, problemáticos, absentistas, etc.
Incluso en muchas ocasiones, una vez que son matriculados, son los propios centros los que etiquetan a los chavales como “los del centro”, lo que crea expectativas negativas que los chicos y chicas suelen cumplir, salvo que orientemos esto de otra manera.
Desde la experiencia de la Residencia de Santa Marta, se trabaja activamente por y para la educación de nuestros menores, por ello, mantenemos una coordinación directa y continuada con cada uno de los centros educativos donde los niños están escolarizados para mejorar su rendimiento escolar.
Todo empieza antes de acudir por primera vez al centro escolar. Los chavales deben sentir motivación por ir al centro educativo, ese espacio que, por norma general, sólo les trae malos recuerdos y experiencias.
Esto se logra con la labor de coordinación con el centro escolar, explicando al chico o chica y a los propios profesores cual es el objetivo, la necesidad de reforzar la asistencia, el centrarnos en la parte más terapéutica del contexto que en la parte académica.
Desde el momento en el que el menor entra en la residencia y se estabiliza, comenzamos a buscar recursos para trabajar su formación académica.
Nos ponemos en contacto con el antiguo centro educativo para informarnos del paso del menor por esa institución y el traslado de la documentación necesaria. Cuando se le matricula, se realiza una entrevista previa con el equipo de orientación del centro educativo de referencia, aportando antecedentes y herramientas para su manejo, de igual manera, se siguen manteniendo tutorías presenciales continuadas además de una comunicación muy fluida a nivel telefónico y correo electrónico.
Esto podría entenderse como un control sobre lo que hace o no en el centro educativo y en parte es así. Se trata de tutorizar al los chavales. Que vean la preocupación por su normalización y nuestro interés en que salga a centros, recursos, etc. como cualquier otro chico de su edad.
Un control que se normaliza y que los chicos y chicas viven como normal, porque es el mismo control de agenda que el resto de sus compañeros de clase tienen con sus familias. Vamos a reuniones con sus profesores y asistimos a tutorías como hacen el resto de adultos con sus hijos.
A final de curso, planificamos el siguiente con sus tutores y con la participación del menor, exponemos las mejores opciones para él, siendo el adolescente el que tiene la última decisión.
Esto es parte fundamental del trabajo. No se puede incorporar a un chico a una actividad y menos reglada, sin su participación e interés por la misma. Si no hacemos esto así, lo vivirán como lo que es: una imposición. “Debes acudir porque lo decimos nosotros”, y eso es lo peor que se puede hacer con un adolescente.
El joven debe sentirse partícipe de las decisiones que afectan a su futuro y debe aprender a tomar decisiones y responsabilizarse de sus actos.
Todas las informaciones recogidas se van volcando a nuestro servidor de CAS para que todo el personal autorizado esté informado de todo lo trabajado con el menor.
No siempre todo funciona como esperamos. De hecho, los chicos fracasan. Son expulsados, se integran regular, se alían con grupos en los que sentirse importantes y asumen papeles que no deberían.
Lograr que el centro educativo se involucre en los casos ocupándose de ellos, pero no mostrando especial sensiblerismo (permítase la expresión) es trabajo de la residencia para conseguir que las incorporaciones al centro sean progresivas. De esta manera tenemos más opciones de que el éxito acompañe al chico en esta etapa.
En definitiva no hay otra intervención que la basada en el sentido común. Acompañar, hacerle protagonista, colaborar y coordinarse con el centro educativo, basarnos en la asistencia y normalización y no en el rendimiento, hacer incorporaciones progresivas que permitan ir aumentando el tiempo de estancia en el centro educativo y hacer seguimiento y, nunca mejor dicho, pedagogía con el centro escolar para que los chavales se sientan como uno más.
Esto sólo implica destinar personas del equipo que se dediquen a ello de forma que lo puedan centralizar y colaborar con Educación para que los chicos puedan ir a diferentes centros para evitar que estén todos en el mismo recurso y de esta manera evitar posibles guetos.
Desde la Residencia intentamos trabajar con el menor la frustración que le produce volver al instituto y fracasar de nuevo, ofreciéndole nuevas herramientas para desarrollarse como persona, trabajando valores como la empatía, la asertividad y la resolución de conflictos, teniendo un 98% de éxito de adaptación escolar.